¿Quiénes son los maronitas?




La comunidad de Beit Maroun soportó difíciles circunstancias históricas, debido a la opresión religiosa, política y dogmática del conquistador árabe musulmán, por un lado, y su ambiente anti calcedonense por otro. Además, en medio de la persecución política de los bizantinos, esta comunidad fue privada de los medios de subsistencia y se le negó la libertad política y religiosa, así como la estabilidad material y espiritual. Después de la destrucción del monasterio de San Marón, los maronitas decidieron distanciarse del conflicto entre las grandes potencias de ese momento: los bizantinos y los árabes. Para preservar su libertad y su identidad religiosa, cultural y política, tomaron la difícil decisión de mudarse de las llanuras fértiles y cultivables a las regiones rocosas y áridas del Monte Líbano para reunirse con sus compañeros creyentes.

Los emigrantes tomaron la antigua ruta, siguiendo el curso del río Orontes y llegaron a su nacimiento,  en Hermel (Líbano). Desde allí, llegaron al Monte Líbano, desde ambos lados –Jebbet-Bshareh y Jebbet al-Mnaitra– donde se establecieron básicamente, trasladando su residencia patriarcal al monasterio de San Jorge, situado en Yanouh-Byblos.
Los recién llegados tuvieron que enfrentar muchos desafíos a lo largo de su asentamiento en el Monte Líbano. Sin embargo, el mayor y el más audaz no fue el de su subsistencia durante todos los imperios sino más bien el de la supervivencia en una naturaleza salvaje.

Durante el reinado de los cruzados (1095-1291), los maronitas aprovecharon la oportunidad para romper su aislamiento, cooperaron con los francos, fueron testigos de cierta libertad religiosa y renovaron su relación con la Iglesia de Roma.

Sin embargo, con la derrota de los francos a fines del siglo trece, los maronitas tuvieron que soportar difíciles circunstancias bajo el gobierno de los ayubíes y más tarde, de los mamelucos (1291-1516), que comenzaron a perseguir a todos aquellos que habían colaborado y simpatizado con los cruzados, entre los cuales estaban los maronitas.

Muchas campañas militares de infantería destruyeron y arrasaron completamente la "tierra maronita", a saber, la región de Ehden y Jebbet-Bsharreh en 1268 y en 1283, cuando el patriarca Daniel de Hadshit, líder de la resistencia fue capturado y ejecutado. La campaña de Kesserwan que tuvo lugar en 1305 erradicó a todos los maronitas. Fue tan intensa que no quedó ningún árbol en pie. Como resultado de estas campañas, muchos maronitas huyeron a la isla de Chipre, donde siguen existiendo actualmente varias aldeas maronitas.

Las sucesivas campañas de los mamelucos contra los maronitas, que se quedaron sin refugio, fueron agotadoras. El destino de los maronitas casi había llegado a un callejón sin salida. Su número disminuyó en las ciudades y menguaban las fuerzas. Los maronitas que sobrevivieron se quedaron en Jebbet-Bsharreh, Zawya, Batroun, Jebbet al-Mnaitra y sus alrededores. Sufrieron pobreza y miseria, además de las inclemencias de la naturaleza, privaciones y la alienación con respecto al mundo exterior, dejando de ser un nexo de intercambio económico. Su herencia cultural se desvaneció y las crisis sucesivas los convirtieron en una presa fácil para todos.

En 1367, los mamelucos capturaron al patriarca maronita Gabriel de Hjoula y lo quemaron vivo en las afueras de Trípoli. En 1440, después de la campaña de los mamelucos contra la residencia de los patriarcas maronitas en Ilige-Biblos, el patriarca John de Jaj (1404-1445) se mudó a Wadi Qannoubine y vivió en el Monasterio de Nuestra Señora, que se convirtió en la residencia de los patriarcas maronitas hasta el siglo XIX. Desde Qannoubine, los patriarcas maronitas resistieron, sobrevivieron y oraron para que su gente mantuviera la libertad religiosa y política. Como dijo el patriarca Sfeir: "Ésta es la libertad, sin la cual no tenemos vida".

A pesar de todas las persecuciones, los maronitas permanecieron unidos, durante toda la era mameluca, bajo el liderazgo de sus patriarcas y jefes locales, Al Muqaddamun. Durante el gobierno otomano (1516-1918), los maronitas enfrentaron nuevos desafíos. En el plano político, demográfico y económico, su estabilidad estuvo fuertemente vinculada a la relación con los gobernadores locales. Un ejemplo de esto fue la opresión de Seyfa y Hamadeh, los gobernadores del norte y los distritos de Batroun y Jbeil, obligaron a muchos maronitas a abandonar estas regiones. A la inversa, los asafitas, gobernadores de Kesserwan y luego los maanis y chehabis, gobernadores de Chouf, alentaron a los que huían del Norte a establecerse en las regiones de Kesserwan, Metn, Chouf y Jezzine. Es importante mencionar el caso de Fakhreddine II (1585-1635): con la ayuda de los maronitas, estableció buenos lazos con los cristianos occidentales, solicitando su apoyo para obtener la independencia.

En el nivel educativo, los maronitas fueron los primeros del Levante en abrirse a las culturas occidentales, debido a sus relaciones con los papas. De hecho, en 1584, el papa Gregorio XIII estableció el Colegio Maronita en Roma, donde muchos jóvenes maronitas cursaron sus estudios. Algunos de ellos regresaron al Monte Líbano y ocuparon muchos cargos eclesiásticos, mientras que otros se quedaron en Europa y se destacaron en la "República de las Letras", como mediadores entre las culturas oriental y occidental, traduciendo libros del árabe al latín y viceversa, estableciendo colecciones orientales en bibliotecas occidentales y enseñando idiomas orientales. Estos hechos otorgaron a los maronitas su reputación, representada por el dicho: "Erudita como un maronita".

Relacionado con este contexto, el monasterio de San Antonios en Kozhaya utilizó la primera imprenta de la parte oriental del Sultanato Otomano, donde se imprimió el Libro de los Salmos en 1610 en letras siríacas y en garshuni. La Orden Maronita Libanesa reintrodujo esta imprenta en 1805, pero su actividad se limitó a imprimir libros litúrgicos, que los monjes necesitaban para sus oraciones diarias, como el misal y otros libros de servicio.

En el siglo XVIII, la comunidad maronita experimentó una importante expansión demográfica y geográfica desde el Monte Líbano, al norte de Chouf, Jezzine hasta la región de Sidón ... A fines de este siglo, se produjo una transformación en la autoridad suprema del emirato cuando el emir Youssef Chehab, fue bautizado como maronita y se convirtió en primer gobernador cristiano del Monte Líbano, bajo los otomanos. En la primera mitad del siglo XIX, la situación política en el Monte Líbano experimentó muchas transformaciones importantes. La interferencia del gobernador otomano de Acre, Jazzar Pasha (1777-1804) en la política interna libanesa, la fluctuación de la política de Emir Bashir II (1788-1840), la conquista de los egipcios (1831-1840), lo desestabilizó todo. Las relaciones entre los habitantes del Monte Líbano, especialmente entre maronitas y drusos, llevaron a varios enfrentamientos religiosos entre 1840 y 1845. El sistema político heterogéneo, llamado Qaim Maqamiyatayn, no logró resolver los problemas y dio lugar a muchas revueltas de campesinos, como las de 1858 contra el feudalismo y terminó con las masacres de 1860, que se saldaron con la muerte de más de 12.000 maronitas en el Monte Líbano y Damasco.

A este sistema de gobierno le sucedió el de la Mutasarrifiya en 1861, ingeniado por las potencias europeas de acuerdo con los otomanos. Este sistema nombró por primera vez a un gobernador cristiano católico, pero no libanés, para gobernar el Monte Líbano. Este sistema aseguró la estabilidad hasta la Primera Guerra Mundial.

La segunda mitad del siglo XIX fue testigo del florecimiento de la educación superior en Beirut, especialmente con la fundación de las universidades estadounidenses y de los jesuitas que recibieron a las élites maronitas, que más tarde se involucrarían en la vida política, económica e intelectual. Esta era fue testigo del florecimiento de revistas, publicaciones periódicas e imprentas por todas las regiones.

De hecho, los maronitas participaron en el movimiento de ilustración árabe Al Nahda que desembocó en el florecimiento de la lengua y literatura árabes. Este movimiento llevó al restablecimiento del nacionalismo árabe para contrarrestar el movimiento de turquificación otomano.

En esta misma era, creció en la región la sericultura y la artesanía de la seda. Esto aseguró la autonomía económica del Monte Líbano y enriqueció los intercambios comerciales. Por lo que, la reputación sericícola del Monte Líbano creció, llegando hasta el otro lado del Mediterráneo, a saber, Marsella y Lyon. Esta industria de la sericultura y la seda fue una verdadera revolución social en esta región. También es importante mencionar que la exportación de seda desde el puerto de Beirut a Marsella, sentó las bases para las agencias de transporte marítimo del Líbano.
Después de las masacres de 1860, muchos cristianos, incluidos los maronitas, huyeron a Egipto. Sin embargo, Antonios Bachaalany, un maronita de Salima (distrito de Baabda) fue el primer emigrante al Nuevo Mundo. Llegó a los Estados Unidos en 1854 y murió allí dos años después.

La Primera Guerra Mundial (1914-1918) trajo consigo el flagelo, la injusticia, el hambre y la oscuridad. Al final de la Primera Guerra Mundial y a pesar de la miseria que se estaba experimentando, el Monte Líbano recibió a decenas de miles de inmigrantes oprimidos de regiones vecinas, como los armenios y sirios, que habían huido de las masacres y del genocidio cometidos por el Imperio Otomano contra ellos.

El estado del Gran Líbano fue declarado a principios de septiembre de 1920 bajo el mandato francés. La constitución de 1926 otorgó a todos los ciudadanos la igualdad de derechos y la libertad de fe y de expresión. Las líderes políticos maronitas y su Iglesia desempeñaron un papel vital en todos estos cambios, llevándolos a asumir la presidencia de la República del Líbano, el único país del Levante que eligió un presidente maronita cristiano.


Elie T. Elias y Jad Kossaify
Kaslik 2018





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